domingo, 7 de diciembre de 2008

"Buceando" fue escrito el domingo 30 de noviembre para una persona de mucho entrenamiento literario. Es muy posible que no le haya gustado. Hoy decidí compartirlo con mis compañeros de curso. Espero que les guste; y también y además, quizás los sorprenda con alguna que otra curiosa noticia.
BUCEANDO
El Washington Post publicó hoy (30/11/08) una noticia que una vez más prueba la credibilidad de los reportes que nos dejaron antiguos memorialistas. ¿Que nadie ha encontrado aún la Atlántida, nos obstante los esfuerzos por hallarla? Aceptado, pero insistamos en el aún. Hay antecedentes que nos obligan a ser cautos. Por ejemplo, nadie creía que Heinrich Schliemann estaba en su sano juicio cuando, usando los textos homéricos como única guía, se determinó a encontrar Troya. Para todos era el intento un desatino, algo que se le podía ocurrir sólo a un millonario, y uno no académico para remate. Pero ahí está Troya. Veamos otro: las serpientes voladoras de que habla el profeta Isaías (14:29), son muy posiblemente las mismas que se mencionan en Números 21:6-9. Ahora bien, nosotros, cosmopolitas del año 2008, adoptamos con recelo las palabras de los religiosos. Al fin y al cabo, podríamos preguntarnos, ¿no fue Isaías el profeta que anduvo a cuerpo descubierto durante mucho tiempo? ¿Es creíble todo lo que testimonia un hombre así? Pero también tenemos al respecto el testimonio de Heródoto, quien por su cuenta, corrobora la existencia de serpientes aladas (Hist. 3.109).
Esto fue y es hoy historia. Volvamos ahora al Washington Post. Repasemos la noticia. Un atleta alemán, un tal Tom Sietas, acaba de establecer una nueva marca para los nadadores submarinos. La competencia no se basa propiamente en nadar sino en la medida de tiempo en que el atleta puede contener la respiración bajo el agua. La marca de este hombre es de 10 minutos 12 segundos. Otro aspecto de esta inusual capacidad de resistencia es a cuanta profundidad pueden llegar, aunque esta especialidad todavía no parece estar sujeta a estrictos controles de verificación. Sietas exclama, con evidente orgullo, haber alcanzado los "15 a 20 metros" (WP, p A16). Para conseguir Sietas tales resultados cuenta con el apoyo de sofisticadas técnicas de oxigenación e indumentaria.
Ahora bien, tomemos un ejemplar de Comentario reales, por el Inca Garcilaso de la Vega, y abrámoslo en el Libro VIII, capítulo 23. Allí se describen los riesgos y la disciplina de quienes hacían del buceo su profesión. Los Incas no usaron las perlas, nos informa, precisamente porque tan riesgoso era el trabajo para quienes buceaban. El testimonio de Garcilaso en lo que hace al artículo del periódico, es contundente, lo cual puede juzgar el lector por lo que citaremos a continuación. Escribió el Inca: "[Es] con harta costa y trabajo de los pobres buzos, los cuales bajan seis, nueve y aun doce brazas de hondo, a buscar los ostriones, que de ordinario están asidos a las peñas y escollos del mar [ ] el frío del agua, allá dentro de la mar, es grande, y mucho mayor el trabajo de tener el aliento, estando un cuarto de hora a las veces, y aun media, en hacer su pesca. Para que puedan tener el aliento, hácenles a los pobres buzos que coman poco y manjar seco, y que sean continentes". Para apreciar plenamente lo que acabamos de reproducir conviene recordar que cada braza es una unidad de medida equivalente a más de un metro y medio (exactamente l.6 m).
Dejamos a los lectores, ya en las estribaciones del año 2008, apreciar por sí mismo lo que acaba de leer. Pero los invitamos a respetar el testimonio de los antiguos autores. Una anécdota. El trabajo de aquellos desdichados hombres, esclavos, aún da vueltas por el mundo, cambiando de mano en mano, según cambia el poder adquisitivo. Anidan sus resultados en el seno de nuestra civilización. Por ejemplo, uno de ellos rescató una perla tan grande que, cuenta Garcilaso, "Al esclavo, por su buen lance, dieron libertad" (ídem). A esa perla la bautizaron La Peregrina. Hoy deslumbra a quienes pueden contemplarla cada vez que su propietaria actual la luce sobre sus famosos senos: Elizabeth Taylor.

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